En un mundo cada vez más interconectado, el concepto de valor compartido se ha convertido en una pieza clave para entender cómo las organizaciones, las personas y las comunidades trabajan en conjunto para generar beneficios mutuos. Este término, aunque sencillo en su enunciado, encierra una profunda filosofía sobre la colaboración, la sostenibilidad y la responsabilidad social. En este artículo, exploraremos qué implica el valor compartido, cómo se manifiesta en distintos contextos y por qué su importancia ha crecido exponencialmente en los últimos años.
¿Qué es el valor compartido?
El valor compartido es un concepto que describe la creación de beneficios económicos y sociales simultáneos entre distintos actores de una cadena de valor. En otras palabras, no se trata solo de ganar dinero, sino de construir un impacto positivo que beneficie a todos los involucrados: empleados, clientes, proveedores, comunidades y el medio ambiente. Este enfoque se ha popularizado especialmente en el ámbito de las empresas que buscan integrar la responsabilidad social y ambiental en sus modelos de negocio.
Este enfoque no es un invento reciente. De hecho, las raíces del valor compartido se remontan al siglo XIX, cuando empresarios como Henry Ford introdujeron salarios altos para sus trabajadores con el objetivo de incrementar la productividad y mejorar la calidad de vida de los empleados. Este tipo de decisiones no solo beneficiaban a los trabajadores, sino también a la empresa al reducir la rotación de personal y aumentar la lealtad laboral.
En la actualidad, el valor compartido se ha convertido en una herramienta estratégica para las organizaciones que quieren ser sostenibles a largo plazo. Más allá del discurso, muchas empresas lo aplican en la práctica: desde cadenas de suministro éticas hasta iniciativas de desarrollo comunitario. El mensaje es claro: no se trata de elegir entre ganar dinero y hacer lo correcto, sino de encontrar maneras de lograr ambas metas a la vez.
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La importancia de los beneficios mutuos en el desarrollo económico
Una de las razones por las que el valor compartido se ha ganado tanto protagonismo es precisamente su capacidad para crear una red de beneficios mutuos. Esto no solo fortalece la economía de las empresas, sino que también fomenta la cohesión social y la estabilidad de las comunidades. Un ejemplo claro es la colaboración entre empresas y ONGs para implementar programas de educación o salud en zonas vulnerables. Estos programas no solo mejoran la calidad de vida de las personas, sino que también generan una base de consumidores más informados y saludables, lo que a la larga se traduce en un mercado más sólido.
Además, el valor compartido tiene un impacto positivo en la reputación de las organizaciones. En un mundo donde los consumidores son cada vez más conscientes de sus decisiones de compra, las empresas que demuestran un compromiso con el bienestar social y ambiental suelen ser más apreciadas. Esto se traduce en una mayor fidelidad por parte de los clientes y una ventaja competitiva frente a competidores que no adoptan este enfoque.
Por otro lado, el valor compartido también permite a las organizaciones afrontar desafíos complejos que no pueden resolver por sí solas. Por ejemplo, frente a problemas como el cambio climático o la pobreza, la colaboración entre gobierno, sector privado y sociedad civil se vuelve esencial. En estas alianzas, cada actor aporta su expertise, recursos y visión, creando soluciones más integrales y sostenibles.
El valor compartido y la economía circular
Aunque el valor compartido puede aplicarse en múltiples contextos, uno de los más destacados es su relación con la economía circular. Esta corriente busca diseñar sistemas productivos que minimicen el desperdicio y maximicen el uso de recursos. En este marco, el valor compartido se manifiesta cuando empresas comparten infraestructuras, materiales o conocimientos para optimizar procesos y reducir costos.
Por ejemplo, en algunas ciudades se han creado parks industriales donde empresas de diferentes sectores comparten energía, agua y residuos. Un fabricante de plásticos puede utilizar los desechos de una empresa de alimentos como materia prima para sus procesos, generando valor para ambas y reduciendo su impacto ambiental. Este tipo de colaboraciones no solo aporta a la sostenibilidad, sino que también impulsa la innovación y la eficiencia.
Ejemplos prácticos de valor compartido en acción
Para entender mejor cómo funciona el valor compartido, es útil examinar casos concretos donde este concepto se ha aplicado con éxito. Uno de los ejemplos más conocidos es el de Unilever, que ha integrado el valor compartido en su estrategia corporativa mediante su iniciativa Sustainable Living Plan. Este plan busca reducir el impacto ambiental de sus productos, mejorar la salud y el bienestar de 1.000 millones de personas y mejorar la vida de millones de agricultores y sus familias en todo el mundo. Al mismo tiempo, Unilever ha visto un crecimiento sostenido en sus ventas, lo que demuestra que el valor compartido no es incompatible con la rentabilidad.
Otro ejemplo destacado es el de Patagonia, una empresa de ropa outdoor que ha hecho del compromiso ambiental su esencia. La compañía dona un porcentaje de sus ingresos a organizaciones ecologistas, utiliza materiales sostenibles y promueve el reuso de sus productos. Este enfoque no solo ha generado una lealtad muy alta entre sus clientes, sino que también ha posicionado a Patagonia como una marca líder en sostenibilidad.
Un ejemplo más reciente es el de Microsoft, que ha invertido en programas educativos para niños en zonas rurales, permitiendo que miles de estudiantes accedan a tecnología y formación digital. Esta iniciativa no solo contribuye al desarrollo humano, sino que también prepara a una nueva generación para el mercado laboral del futuro, lo que a largo plazo beneficia tanto a la empresa como a la sociedad.
El concepto de red de colaboración para el valor compartido
El valor compartido se basa en lo que se conoce como red de colaboración, una estructura donde diversos actores (empresas, gobiernos, ONGs, comunidades) trabajan juntos para resolver problemas complejos. En este contexto, la colaboración no es una excepción, sino una regla. Esta red se sustenta en tres pilares fundamentales:transparencia, reciprocidad y sostenibilidad.
La transparencia permite que todos los participantes tengan acceso a la información necesaria para tomar decisiones informadas. La reciprocidad asegura que cada actor aporte y se beneficie equitativamente del esfuerzo conjunto. Finalmente, la sostenibilidad garantiza que las iniciativas no sean puntuales, sino que estén pensadas para durar en el tiempo.
Estos pilares son esenciales para el éxito del valor compartido. Sin ellos, las colaboraciones pueden caer en desequilibrios, desconfianza o fracasos. Por ejemplo, si una empresa colabora con una comunidad sin involucrar a sus líderes locales, es probable que el proyecto no tenga el impacto esperado o que genere resistencia. Por eso, el valor compartido no se trata solo de hacer lo correcto, sino de hacerlo de la manera correcta.
5 ejemplos de valor compartido en diferentes industrias
- Agricultura sostenible: Empresas como Nestlé colaboran con agricultores para implementar prácticas sostenibles que mejoren la calidad de los cultivos y reduzcan el uso de pesticidas. Esto no solo beneficia a los agricultores con mejores rendimientos, sino también a la empresa con productos de mayor calidad.
- Educación inclusiva: La Fundación Carlos Slim ha invertido en programas educativos para comunidades marginadas, mejorando el acceso a la educación y preparando a los jóvenes para el mercado laboral.
- Salud pública: Empresas farmacéuticas como GSK han desarrollado medicamentos a precios reducidos para países en desarrollo, garantizando el acceso a tratamientos esenciales mientras mantienen un margen de rentabilidad.
- Energías renovables: Compañías como Siemens han colaborado con gobiernos para construir parques eólicos y solares que no solo reducen la dependencia de combustibles fósiles, sino que también generan empleo local.
- Inclusión laboral: Empresas como Google y Amazon han lanzado programas de capacitación para personas con discapacidad, lo que no solo diversifica su fuerza laboral, sino que también permite a estas personas acceder a empleos dignos.
El valor compartido desde una perspectiva ética
Desde un punto de vista ético, el valor compartido representa una evolución en la forma en que las organizaciones ven su papel en la sociedad. Ya no se trata solo de cumplir con la normativa, sino de contribuir activamente al bien común. Este cambio de enfoque se sustenta en la idea de que las empresas no son solo entidades económicas, sino también agentes de cambio social.
Este enfoque ético no solo beneficia a las comunidades, sino que también fortalece la confianza de los stakeholders. Cuando una empresa demuestra que valora el bienestar de sus empleados, clientes y entorno, genera una cultura de responsabilidad y respeto que se refleja en todos sus procesos. Esta cultura, a su vez, atrae a talento, mejora la productividad y reduce el riesgo de conflictos.
Además, el valor compartido también tiene un impacto en la toma de decisiones a nivel estratégico. Empresas que adoptan este enfoque tienden a considerar el impacto social y ambiental de sus acciones, lo que les permite anticiparse a posibles crisis y adaptarse mejor a los cambios en el entorno. En un mundo cada vez más complejo, esta capacidad de anticipación es una ventaja crucial.
¿Para qué sirve el valor compartido?
El valor compartido no solo sirve para mejorar la sostenibilidad de las organizaciones, sino que también tiene múltiples funciones prácticas. En primer lugar, es una herramienta para mejorar la eficiencia. Al compartir recursos y conocimientos, las empresas pueden reducir costos, optimizar procesos y aumentar la productividad.
En segundo lugar, el valor compartido fortalece la innovación. Cuando diferentes actores colaboran, se generan nuevas ideas, soluciones creativas y modelos de negocio disruptivos. Por ejemplo, la colaboración entre startups y empresas establecidas puede acelerar el desarrollo de tecnologías emergentes.
En tercer lugar, el valor compartido redunda en un mayor impacto social. Al involucrar a comunidades, gobiernos y ONGs, las organizaciones pueden abordar problemas complejos que no podrían resolver por sí solas. Esto no solo mejora la calidad de vida de muchas personas, sino que también genera una reputación positiva para las empresas involucradas.
Finalmente, el valor compartido contribuye a la gobernanza corporativa responsable. Al integrar criterios éticos y sostenibles en sus decisiones, las empresas demuestran que están comprometidas con el bien común, lo que refuerza su legitimidad ante los inversores, reguladores y consumidores.
El concepto de creación de valor mutuo
El valor compartido también puede entenderse bajo el concepto de creación de valor mutuo, un término que refleja la idea de que todos los actores involucrados en una iniciativa deben beneficiarse de manera equitativa. Este enfoque no se limita a los beneficios económicos, sino que también abarca aspectos sociales, ambientales y culturales.
Para lograr una creación de valor mutuo, es esencial identificar las necesidades y expectativas de cada actor involucrado. Esto implica un proceso de diálogo constante, donde se escuche a todos los participantes y se busque soluciones que respondan a sus intereses. Un ejemplo práctico es cuando una empresa construye una fábrica en una comunidad rural y se compromete a emplear a los residentes, mejorar las infraestructuras locales y respetar las tradiciones culturales del lugar.
Un paso clave en este proceso es medir el impacto de las acciones. A través de indicadores sociales, ambientales y económicos, las organizaciones pueden evaluar si sus iniciativas están generando valor real para todos. Estos indicadores no solo sirven para mejorar los resultados, sino también para comunicar de forma transparente los logros obtenidos.
El valor compartido en la sociedad moderna
En la sociedad actual, donde los desafíos globales como el cambio climático, la desigualdad y la pérdida de biodiversidad son cada vez más urgentes, el valor compartido se presenta como una respuesta necesaria. Este concepto no solo se aplica a las empresas, sino también a gobiernos, instituciones educativas, organizaciones no gubernamentales y, en última instancia, a los ciudadanos.
El valor compartido se manifiesta en diferentes niveles. A nivel personal, puede traducirse en decisiones de consumo responsable o en la participación en proyectos comunitarios. A nivel colectivo, puede materializarse en alianzas entre organizaciones para abordar problemas complejos. Y a nivel global, puede tomar forma en acuerdos internacionales que busquen un desarrollo sostenible y equitativo.
En este contexto, el valor compartido no es solo una estrategia empresarial, sino también un marco ético que guía las acciones individuales y colectivas. Su importancia crece a medida que las personas toman conciencia de que el bien común no es incompatible con el bien individual.
El significado del valor compartido en el contexto actual
El significado del valor compartido en la actualidad va más allá de una mera filosofía. Es una realidad que se materializa en políticas, estrategias y acciones concretas. En un mundo caracterizado por la interdependencia, donde los impactos locales se sienten a nivel global, el valor compartido representa una forma de abordar los problemas sin sacrificar el progreso económico.
Este enfoque también refleja una evolución en la percepción del éxito. Ya no se mide solo por el crecimiento de las utilidades, sino también por la capacidad de generar impactos positivos en la sociedad. Esto se traduce en una nueva métrica de éxito que integra dimensiones económicas, sociales y ambientales.
Además, el valor compartido implica una redefinición del liderazgo. Los líderes ya no son solo responsables de maximizar los beneficios, sino también de garantizar que las decisiones que tomen tengan un impacto equitativo y sostenible. Este tipo de liderazgo se basa en la colaboración, la empatía y la visión de largo plazo.
¿Cuál es el origen del concepto de valor compartido?
El concepto de valor compartido fue popularizado por el economista Michael Porter y el profesor Mark Kramer en 2006, cuando publicaron un artículo en el Harvard Business Review titulado Strategy & Society: The Link Between Competitive Advantage and Corporate Social Responsibility. En este artículo, argumentaban que las empresas no deberían ver la responsabilidad social como una carga, sino como una oportunidad para crear valor tanto para la organización como para la sociedad.
Antes de este momento, la responsabilidad social corporativa (RSC) era vista principalmente como una obligación moral o una forma de gestionar la reputación. Sin embargo, Porter y Kramer propusieron una visión más integrada, donde el impacto social se convertía en un motor estratégico para la creación de valor económico. Su idea era que las empresas podían identificar oportunidades para resolver problemas sociales de manera innovadora, generando a la vez nuevos mercados y fuentes de rentabilidad.
Desde entonces, el valor compartido se ha convertido en un marco conceptual ampliamente utilizado en el ámbito académico, empresarial y político. Sus principios se han aplicado en múltiples sectores y contextos, demostrando su versatilidad y relevancia.
El valor compartido y la responsabilidad social corporativa
El valor compartido tiene una relación estrecha con la responsabilidad social corporativa (RSC), aunque no se limita a ella. Mientras que la RSC se centra en cómo las empresas pueden mejorar su impacto social y ambiental, el valor compartido va un paso más allá al integrar estos esfuerzos en la estrategia empresarial. En otras palabras, el valor compartido no se trata solo de hacer lo correcto, sino de hacerlo de manera que también genere valor para la empresa.
Esta integración permite a las organizaciones identificar oportunidades donde su actividad económica puede abordar problemas sociales y ambientales. Por ejemplo, una empresa de transporte puede desarrollar soluciones para reducir las emisiones de CO₂, no solo por motivos ambientales, sino también para cumplir con regulaciones, atraer a clientes conscientes y reducir costos operativos.
En este contexto, el valor compartido redefine el rol de la empresa. Ya no se limita a ser un actor económico, sino que se convierte en un actor social que contribuye al desarrollo sostenible. Esta visión transformadora está alineada con los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU, que buscan un mundo más justo, equitativo y sostenible para todos.
¿Cómo se mide el valor compartido?
Medir el valor compartido no es una tarea sencilla, ya que implica evaluar tanto los impactos económicos como los sociales y ambientales. Para hacerlo de manera efectiva, las organizaciones suelen utilizar indicadores de desempeño que permiten cuantificar los beneficios generados para todos los actores involucrados.
Algunos de los indicadores más comunes incluyen:
- Indicadores económicos: como el crecimiento de ventas, la reducción de costos operativos o la creación de empleo.
- Indicadores sociales: como la mejora en la calidad de vida de las comunidades, el acceso a educación o la reducción de la pobreza.
- Indicadores ambientales: como la reducción de emisiones, el ahorro de recursos naturales o la preservación de ecosistemas.
Además de estos indicadores, también se utilizan herramientas como el ROI social (Return on Investment Social), que evalúa el impacto social en relación con los recursos invertidos. Esta métrica permite a las organizaciones comparar el valor generado por sus iniciativas y tomar decisiones más informadas.
Cómo usar el valor compartido y ejemplos de aplicación
El valor compartido se puede aplicar de múltiples maneras, dependiendo del contexto y los objetivos de la organización. A continuación, se presentan algunas estrategias para integrarlo en la práctica:
- Identificar oportunidades de colaboración: Buscar alianzas con otras empresas, gobiernos o ONGs para abordar problemas sociales o ambientales de manera conjunta.
- Involucrar a los stakeholders: Mantener un diálogo constante con empleados, clientes, proveedores y comunidades para entender sus necesidades y expectativas.
- Diseñar productos y servicios con impacto social: Crear ofertas que no solo sean rentables, sino que también generen beneficios para la sociedad. Por ejemplo, un banco puede ofrecer microcréditos para emprendedores de bajos ingresos.
- Implementar políticas internas responsables: Adoptar prácticas laborales éticas, promover la diversidad e invertir en la formación de los empleados.
- Medir y comunicar los resultados: Establecer indicadores de impacto y divulgar los resultados obtenidos de manera transparente.
Un ejemplo práctico es el de TOMS Shoes, que por cada par de zapatos vendido dona otro a un niño necesitado. Esta iniciativa no solo ha generado un impacto social significativo, sino que también ha fortalecido la identidad de marca y atraído a consumidores comprometidos con el bien común.
El valor compartido en el contexto de la sostenibilidad
La sostenibilidad es una de las áreas donde el valor compartido tiene un impacto más evidente. En este contexto, el enfoque colaborativo permite a las organizaciones reducir su huella ambiental, optimizar recursos y generar soluciones innovadoras. Por ejemplo, en la industria del turismo, empresas como Airbnb han trabajado con gobiernos locales para promover el turismo responsable que beneficie a las comunidades sin saturar los recursos locales.
Además, el valor compartido también se manifiesta en la economía verde, donde las empresas invierten en tecnologías limpias y crean empleos en sectores sostenibles. Estas iniciativas no solo ayudan a combatir el cambio climático, sino que también generan valor económico a largo plazo.
Otro ejemplo es el de la agricultura regenerativa, donde productores y empresas colaboran para restaurar los suelos y mejorar la biodiversidad. Este tipo de prácticas no solo beneficia al medio ambiente, sino que también mejora la productividad agrícola y la seguridad alimentaria.
El valor compartido y el futuro del trabajo
El valor compartido también tiene implicaciones importantes en el ámbito laboral. En un mundo donde la automatización y la inteligencia artificial están transformando el mercado laboral, el valor compartido se presenta como una respuesta para garantizar que los avances tecnológicos beneficien a todos. Por ejemplo, empresas que invierten en formación digital para sus empleados no solo aumentan su productividad, sino que también mejoran sus oportunidades de empleo en el futuro.
Además, el valor compartido fomenta el trabajo colaborativo, donde los empleados no son vistos solo como recursos, sino como socios en la creación de valor. Esto implica un enfoque más horizontal en las organizaciones, donde se fomenta la participación, la innovación y el bienestar de los trabajadores.
Finalmente, el valor compartido también se refleja en la gobernanza laboral responsable, donde las empresas adoptan políticas de equidad salarial, diversidad e inclusión. Estos principios no solo mejoran el ambiente laboral, sino que también atraen talento y fortalecen la cultura organizacional.
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